colinas azules

domingo, 18 de diciembre de 2011

                                                                     UNA ANSELLIA AFRICANA PARA MARTA

  Algunas tardes cuando Daniel dormía la siesta, ella se sentaba frente a la cama y lo miraba. En aquellos momentos, tan solamente suyos, recordaba a Olvido y el tiempo que había vivido precisamente allí, en otra habitación muy parecida y en el mismo pasillo. Y sentía la presencia de su madre entre las sábanas del dolor y el color de la muerte que se filtraba por el amplio ventanal como una nube misteriosa. La nube que poco a poco la había ido envolviendo hasta apartarla de su lado. Y sus lágrimas resbalaban por la revista que su suegra le había llevado a primera hora de la mañana, para que se distrajera, para que tomara nota de la moda actual, de los peinados, los maquillajes, las joyas y todas esas cosas que las mujeres han consumido desde siempre y que su nuera parecía no conocer. Y con los ojos vidriosos pasaba las páginas y se sumergía en algún anuncio de viajes, se detenía ante las imágenes coloreadas de hoteles al borde de alguna playa de moda y su cabeza se zambullía en las aguas de aquel mar azul y transparente, que la llevaban irremisiblemente a otras aguas perdidas entre las toallas de su casa, un océano agitado, y otro fulgurante por las que habían navegado los personajes más fantásticos que había conocido.      Página 134


Ilustración de la cubierta:
CARLOS BLANCO RODRIGUEZ  (pintor)

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