UNA ANSELLIA AFRICANA PARA MARTA
Algunas tardes cuando Daniel dormía la siesta, ella se sentaba frente a
la cama y lo miraba. En aquellos momentos, tan solamente suyos, recordaba a
Olvido y el tiempo que había vivido precisamente allí, en otra habitación muy
parecida y en el mismo pasillo. Y sentía la presencia de su madre entre las
sábanas del dolor y el color de la muerte que se filtraba por el amplio
ventanal como una nube misteriosa. La nube que poco a poco la había ido
envolviendo hasta apartarla de su lado. Y sus lágrimas resbalaban por la
revista que su suegra le había llevado a primera hora de la mañana, para que se
distrajera, para que tomara nota de la moda actual, de los peinados, los
maquillajes, las joyas y todas esas cosas que las mujeres han consumido desde
siempre y que su nuera parecía no conocer. Y con los ojos vidriosos pasaba las
páginas y se sumergía en algún anuncio de viajes, se detenía ante las imágenes
coloreadas de hoteles al borde de alguna playa de moda y su cabeza se zambullía
en las aguas de aquel mar azul y transparente, que la llevaban irremisiblemente
a otras aguas perdidas entre las toallas de su casa, un océano agitado, y otro
fulgurante por las que habían navegado los personajes más fantásticos que había
conocido. Página 134
Ilustración de la cubierta:
CARLOS BLANCO RODRIGUEZ (pintor)
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