La cortina del tiempo
encubre las tardes del verano.
De todo lo que amé
queda un rastro impreciso, somnoliento,
aletargado...
Tal vez huellas hundidas en el asfalto blando,
o pisadas de tristeza por la alfombra de los años.
Bajo el toldo del jardín duerme entre las sombras,
el sueño de otros veranos.
Entre el eco de las risas,
el olor a café
el sabor de los helados.
La merienda de los niños,
las historias del abuelo,
la abuela sermoneando.
Y nosotros en el medio..., divagando...
¡Cómo han cambiado las tardes!
¿Qué fue de aquellos veranos?
Ya no están los abuelos,
nosotros fuimos menguando.
Los niños de aquellas tardes
se sientan bajo las sombras del toldo;
y en la pradera del tiempo
se sientan a merendar, los niños que van llegando.
Yo sigo contando historias y me pregunto:
¿Hasta cuándo?
Se desvanecen las rosas
Los naipes siguen guardados
Las partituras danzan por el desván solitario
La luna sigue alumbrando,
pero la noche... ¡Cómo ha cambiado!
Ya no me siento a escuchar el susurro del arroyo,
ni el silbido de los sapos.
Ni quiero ver los gusanos
con las colas encendidas
alumbrando nuestros pasos.
¿Habrá cambiado la noche?
¿Habré cambiado yo tanto?
La Novia del Agua marzo 2009
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