colinas azules

sábado, 8 de mayo de 2010

VERÓNICA



Verónica entre rosales.
Verónica entre crisantemos.
Verónica melancólica.
El agua por el arroyo.
Las enaguas por el viento.
Los encajes desflecados… Y en la boca
vino amargo.
Verónica vendió su alma al diablo, una noche de locura,
entre la luna y el viento.

Ojos enmarañados de angustia.
Cristales morados por el cabello revuelto.
Nariz de acerbo atrofiada.
Corazón lleno de heridas —sangre de veneno denso—.

Verónica sollozando repite:
no quiero.
No quiero que cese el viento.
No quiero que grite el fuego.
No quiero que la lluvia caiga,
no quiero coser sus gotas con palabras que no encuentro.
No quiero que se marchen las cigüeñas,
y dejen el campanario desierto.
No quiero caminar sobre los pasos del tiempo.
No quiero tejer tristezas
ni escribir en los cuadernos.

Quiero.

Palabras nuevas.
Veranos eternos.
Caminar despacio por otra senda.
Quiero coser las palabras con puntadas de sosiego,
verlas volar…
Sentir que las lleva el viento
hacia donde estás durmiendo.


Verónica entre la música, con el pentagrama abierto repite:
ven a verme por el sueño.
Descúbreme entre las sombras.
Despierta el silencio roto.
Déjame extender los dedos
por la piel de los recuerdos.
Toma mi mano,

vamos a pasear por el tiempo.


Verónica entre crisantemos.
Uvas púrpuras –racimos de lágrimas–.
Collares de polvo de estrellas enroscados en el cuello.
Encadenada a las sombras con eslabones de hierro.

El diablo vuelve colérico
con el alma en un destello.
Verónica que enloquece.
El diablo que no suelta el alma –un trueno–.
El destello que se esfuma,
el diablo quiere prenderlo.
Verónica no se mueve.
El alma flota a lo lejos.
Los crisantemos se esparcen
en pétalos por el cielo.

Verónica
El alma
El diablo
El tiempo y los crisantemos.


Verónica siente
silencio sospechoso
salpicado de sorpresas.
Sale sorprendida.
Sufre sofocos.
Salta silenciosa.
Suspira sin sentido.
Solloza.

Tiene malos pensamientos.

Quiere que se encienda el fuego.
Quiere quemar la maleza,
que el humo ciegue los ojos
de las siluetas de sombras.
Quiere verlas entre llamas.
Quiere que la sangre fría,
escurra la camisa
de la serpiente que muerde
los recuerdos y la pena.
Quiere que anochezca en la cueva.
Quiere que la asfixie el humo
que se escapa de su hoguera.



Verónica ya no siente.

Ojos de débil cristal.
Boca de rictus amargo.
Cuello dúctil,
cabellos erizados.
Paso triste.

Verónica en la madrugada azul,
en los atardeceres dorados
entre visillos de lluvia,
por el viento,
por los años.

Verónica,
audaz en los sueños.
Verónica,
vulnerable.
Verónica,
apasionada.
Derrochadora de vida,
prisionera del recuerdo.
Verónica: un desconcierto.
Vino en copas calladas --cristal roto de los sueños--

Verónica.
Un fantasma con mil cadenas al cuello.

Verónica por el mar
en la noche del silencio.
Con la luna
con el agua
con el viento.
Verónica.



(DE ESTACIÓN BISIESTA)
ilustración PEINÁNDOSE de CARLOS BLANCO

2 comentarios:

Isabel Blanco dijo...

Si me permites Dorita quiero seguirte. Verónica ha sido inspiradora de Vida. Gracias. Un cuadro hermoso el de Carlos, una buena combinación.

dorita dijo...

Estaré encantada Kiki. Mi intención es ir añadiendo más poemas; intentaré hacerlo cada semana.
El cuadro de Carlos realmente es muy bonito y pienso, como tú, que muy apropiado para el texto. Muchas gracias por tu comentario.